jueves, 24 de septiembre de 2009

Se acaba la aventura. De momento. Nos vamos con pena, pero con muy buen sabor de boca (mmm... así, como de salmón ahumado) y con la bonita sensación de saber que esto no ha hecho más que empezar. Como regalo de despedida, nuestra casera nos ha dejado el coche para recorrer los 15km de carretera, de punta a punta. Alerta roja. ¿¿Podríamos al fin encontrarnos con el hermano oso?? A la salida del pueblo, advertencia que te casquete polar. 

Nervios, intriga, dolor de barriga. Cada mota de nieve en la montaña podía despistarnos. ¿Se mueve? El rugir del motor batallando contra el frío daba lugar a la confusión. ¿Se trataba de un gruñido voraz? Y, al fin, allá estaba. No perdía detalle. Desafiante. Enorme. Nuestras miradas se cruzaron. Éramos simples pedazos de carne...

...tomando un café en la cafetería del pueblo. Y él era una simple fotografía colgada en la pared. Pero bueno, la emoción fue la misma. “Nos veremos en la próxima visita” – le dijimos.

Y ya que el oso no ha sabido comportarse como un buen anfitrión, los habitantes de Longyearbyen, muy majos y considerados ellos, nos han preparado una fiesta de despedida. La han llamado Oktober Beer Festival y se han disfrazado para nosotros. Hemos bebido. Hemos cantado. Y este cuento se ha acabado.

Por cierto, mañana viernes 25 nos despediremos en directo desde Svalbard antes de subir al avión. El acontecimiento tendrá lugar de 12:00 a 12:05 de la mañana en la cámara de esta dirección: www.unis.no (abajo a la derecha, donde pone "webcamera"; tenéis que ir actualizando la imagen porque hace fotografías cada dos segundos).

La polaris crew, al unísono, gritaremos: GORA/VISCA CASQUETE POLAR!!

martes, 22 de septiembre de 2009

La apacible vida svalbardiana permite maravillas como que si uno pierde el móvil, éste aparezca colgado con una amable notita en el corcho del supermercado, que las casas estén siempre abiertas, y los coches, incluso con las llaves puestas. Sin embargo, esto también ha dado lugar a más de un enredo, como el que nos explicó la chica croata del bar, que saliendo con prisas subió al coche y sólo al aparcar se dio cuenta de que en realidad había robado el de algún vecino. También es cierto que en las islas apenas hay 15km de carretera alrededor de la ciudad, así que no es que se pueda dar uno a la fuga así como así...

Si no que se lo digan a Kazem. Este iraní bonachón lleva atrapado en las islas un porrón de años, después de que le denegaran el visado en varios países. Las Svalbard resultaron ser su único refugio. En realidad, le acaban de conceder el visado suizo, aunque ahora dice que no quiere marcharse porque ya se ha hecho aquí su hueco. Tiene montada una garita de kebabs en un antiguo camión del ejército americano, y se ha forrado. No nos extrañamos, porque los cobra a unos 12 euros el trozo de pan congelado con carne y maíz.

Menos mal que nuestra amiga la tailandesa jarta no para de darnos comida a escondidas: que si más ballena por aquí, que si rollitos por allá, que si mañana a las 9 os traigo un plato... Dice, o eso le entendemos, que aquí son unos tacaños y que lo cobran todo a doblón. “5 euros el rollito, ¡están locos! ¡¡Me no like!! ¡¡Me no like!!”

Así que para bajar el atracón asiático, el domingo nos adentramos en las cumbres nevadas con Teresa, una noruega con rifle y más peligro que todo un ejército de osos juntos.

Por suerte no hubo que usarlo. Y, a cambio, un paisaje que cortaba la respiración, unos buenos moratones en el culo de Patri, que no paraba de resbalarse, y un arsenal de cacahuetes, quesitos, sardinas en tomate y bocadillos de butifarra blanca que volvieron a casa tal cual porque allá arriba era imposible comer algo que no fuese nieve en forma de ventisca.


Los contactos siguen en aumento y hemos encontrado más de un filón. También a nivel logístico aquí todo parece sencillo, ya hables con el cura, con el asistente del gobernador, o con la consejera de turismo. ¡Seguimos picando hielo!

sábado, 19 de septiembre de 2009

Por cierto, la ballena estaba buenísima. Y de verla en el plato, pasamos a ver una familia de ellas en el fiordo al día siguiente. Gran emoción. Aunque seguimos sin noticias del oso, vamos aumentando la colección de fauna polar, polaris faun: ballenas, foca, renos (2), y el amigo zorro.

Hemos visitado Barentsburg, la segunda gran colonia aquí en las islas. Se trata de una comunidad minera rusa de 500 personas que aún sigue activa bajo la supervisión de un (ro)busto de Lenin. En 1996 se estrelló aquí un avión en el que viajaban 141 personas, en su mayoría mujeres y niños de Barentsburg que volvían de vacaciones. Desde entonces, el pueblo se ha convertido en un lugar solitario por el que vagan pocas almas, hombres trabajadores de semblante serio y curtido. Las explicaciones ensalzadoras del guía y el lema stalinista que aún persiste en la cantina (“Soñemos sueños nevados”) contrastan con la percepción que se tiene desde fuera: no parece haber vida en Barentburg, tan solo frías siluetas desplazándose de un lugar a otro; obreros más que personas. Como si alguien hubiera dado el aviso de que llega un barco y todo fuese entonces improvisado. Una especie de “Show de Truman” en el que venden una feliz vida en sociedad, que entre estos edificios decadentes se revela como una simple ilusión.


Hacía un día espléndido y los paisajes, como siempre, sobrecogedores.

Hoy sábado, family day. Vamos al café a camuflarnos para observar el comportamiento de los locales entre sí. Tenemos como objetivo algunas víctimas concretas: la única abuela del pueblo, que cada día se toma un batido allí, un iraní deportado que vende kebabs y en general todo especimen susceptible de ser representativo de esta sociedad cada día más sorprendente. 

jueves, 17 de septiembre de 2009

Hoy ha amanecido todo blanco. Parece que ya ha llegado el invierno. Dentro de poco las motos de nieve, ahora desperdigadas por las calles del pueblo, podrán empezar a circular. En cambio, a los coches les llega el período de hibernación, y toca enchufarlos a los porches de las casas, intubados hasta la llegada de la primavera. 


Aún no sabemos de qué material están hechas las cañerías, aunque hemos deducido que no pueden canalizarse bajo tierra por el permafrost, palabra básica del vocabulario svalbardiano, que se refiere al suelo permanentemente congelado. Resulta que todo elemento enterrado aquí es expulsado a la superficie. La comprobación científica del fenómeno tuvo lugar hace unos años, cuando los muertos del cementerio salieron a escena, bien conservaditos. Desde entonces está prohibido dar sepultura en Svalbard, y los ancianos tienen que apañárselas para ir a morir al continente. Con lo fácil que sería poner unos cuantos nichos...

Estamos consiguiendo hablar con bastante gente y cosechando los primeros éxitos. Agenda de hoy: acabamos de salir de una clase de español con una profesora chilena muy jarta que dice que vive estresadísima y no para de tomar aceite de bacalao para suplir la vitamina D del sol; ya tenemos cita con el representante del Governor, el sherif todopoderoso de las islas; y una tailandesa como una chota que grita y ríe escandalosamente, sin que se le entienda nada, nos cocinará la cena esta noche: ¡ballena a la tailandesa! 

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Que en unas islas el pescado sea todo congelado o transportado en avión desde el continente, es un indicador de que aquí las cosas funcionan de manera peculiar. Seguimos sin noticias del oso polar, aunque el Gobernador ha advertido del avistamiento de dos especímenes en los alrededores del campamento. Por si acaso, nos hemos acercado a equiparnos a la tienda de deportes.

Ayer nos montamos en un barco por los fiordos rumbo a Pyramiden, un asentamiento minero soviético abandonado hace una década, en el que en la pista del polideportivo aún hay pelotas de basket por el suelo, y los libros de los niños ocupan las estanterías llenas de polvo. De camino, un paisaje espectacular y una visita a un glaciar, frío infernal y, para combatirlo, un buen saco de dormir hecho traje y chupitazo de whisky con hielo de iceberg milenario.


La llegada a Pyramiden hiela la poca sangre que aún quedaba circulando. Da la impresión de pueblo fantasma, como si de pronto se hubieran marchado todos corriendo; bloques comunistas ordenados para una perfecta vida mecanizada, una inscripción en ciríclico sobre la montaña negra que reza “paz en el mundo”, y el busto de Lenin más septentrional del planeta observando la paulatina decadencia del ideal comunista. 


domingo, 13 de septiembre de 2009

¡Saludos polares desde la cúpula de la Tierra! Longyearbyen, el asentamiento más septentrional del mundo. Un lugar bizarrón en el que hasta las bolsas del supermercado llevan impresas las coordenadas: 78º 15’N.

Después de tanto tiempo, empieza la aventura. Pero, tranquilos, nuestra adorable casera cuida de nosotros (http://pa.photoshelter.com/c/felixfeatures/gallery-img-show/Longyearbyen-by-Kevin-Cooley-Norway/G0000PLMFuyn1d2s/?&_bqG=19&_bqH=eJxLCs9wMwiKsswPyc5yNI70LMtIyUqqMC919LOwMjK1MjQwsLJyj_d0sXU3AIIAH1.30so8wxSjYrUAkKiau2e8u6OPj2tQJDZFAERyG_k-&I_ID=I00002xSew1acYzo)...

Un par de fotos: el primer avistamiento de tierra desde el avión y el primer paseo por esta capital de 1500 habitantes. Vientos gélidos. Paisajes espectaculares. ¿Y de qué material deben estar hechas las cañerías para no congelarse?